Anarquismo y la Iª Republica


Circular de la FRE con motivo de la proclamación de la I República Española
Un cambio inesperado en la politíca de la clase media ha producido una transformación en el nombre de la organización burguesa a consecuencia del estado ruinoso de la Hacienda y de la guerra civil, fomentada por los fanáticos partidarios de la Inquisición y del rey absoluto, instituciones criminales y absurdas que no deben ni pueden volver.
El resultado de este cambio en la política burguesa, que si bien afecta mucho en la forma, es de casi ningun resultado en el fondo de la presente organización autoritaria y centralizadora, ha sido la caída de Amadeo y la proclamación de la República por los mismos monárquicos que un día antes ensalzaban las bondades de la monarquía.
Nosotros hemos visto con satisfacción el cambio mencionado, no por las garantías que pueda dar a la clase obrera, siempre esquilmada y escarnecida en todas las organizaciones burguesas, pero sí porque la República es el ultimo baluarte de la burguesía, la última trinchera de los explotadores del fruto de nuestro trabajo, y un desengaño completo para todos aquellos de nuestros hermanos que todo lo han esperado y lo esperan de los gobiernos, no comprendiendo que su emancipación política, religiosa y económica debe ser obro de los trabajadores mismos.
Nadie más que nosotros, los trabajadores, los eternos soldados del progreso, los que en todos los tiempos han derramado su sangre para la conquista de los derechos políticos, somos los decididos defensores de leí libertad, del progreso y de la regeneración de los esclavos, porque necesitamos ser libres y regeneramos.
Por eso creemos que el deber de cada uno y de todos los trabajadores consiste en marchar siempre adelante, sin detenerse en el camino de la revolución, y pasando por encima de todos los obstáculos que nos opongan los individuos que en los más supremos instantes de la vida de los pueblos, en las grandes crisis de la organización social presente, sólo pronuncian la palabra "orden", que en su boca no significa otra cosa que la continuación del agiotaje inmoral, cansa de la esclavilud, de la miseria y de la ignorancia que pesa sobre la clase obrera.
Prevenidos debemos estar contra todos aquellos, llámense republicanos o socialistas, que no deseando la transformación completa y radical de la sociedad presente, procuran retardar el advenimiento de la justicia, adormeciendo con paliativos a la clase trabajadora para que no continúe con vigor y energía en su marcha revolucionaria.
No pretende ni quiere esta Comisión federal imponer ni sus opiniones, ni trazar la linea de conducta que conviene seguir a los que representan la soberanía de la federación regional española, a los que la han encargado los trabajos de correspondencia y estadística.
Nosotros, amantes de la libertad completa del individuo y de la autonomía de todas las federaciones y secciones, ni queremos ser los directores ni los instigadores de nuestros hermanos los obreros, porque la grande obra de la emancipación del asalariado no puede ser dirigida ni ejecutada por nadie más que por la acción espontánea de los trabajadores mismos, después de conseguida por medio de la identidad de intereses, la unidad de la acción necesaria e indispensable para librarnos de la esclavitud política, religiosa y económica que sobre nosotros pesa.
Considerando, pues, que la emancipación de los trabajadores ha de ser obra de los trabajadores mismos, durante este período de libertad relativa para ejercer los derechos naturales de asociación y reunión, creemos que son de suma importancia las continuas Asambleas de trabajadores de todos los oficios para discutir la linea de conducta que conviene observar en las presentes circunstancias y durante las inevitables crisis políticas y sociales que se presenten.
Hoy más qne nunca es, a nuestro juicio, necesaria la propaganda y la organización revolucionaria proclamada por la Asociación Internacional de los Trabajadores y una continua correspondencia para el cambio de opiniones sobre las facciones locales, si queremos cooperar eficazmente al triunfo de la gran revolución social que, levantando el trabajo a la altura que se merece, termine para siempre la infame explotación del hombre por el hombre y pueda recibir cada uno el producto integro de su trabajo.
Creemos que es de gran necesidad la práctica en toda su pureza de la organización libre y eminentemente federativa, adoptada por el Congreso de Córdoba, para ponernos en condiciones de obtener, por lo pronto, una rebaja en las horas de trabajo, y después reivindicar la autonomía de los grupos naturales, de los municipios, de las comunas libres, para hacer la revolución social independiente de todo poder autoritario y contra todos los poderes autoritarios, haciendo como consecuencia lógica la liquidación social y completa de las instituciones de la presente sociedad, y continuando después de ella la agitación revolucionaria para alcanzar el ilimitado objeto de bienestar y felicidad de todos los humanos.
La base principal de la revolución que anhelamos, creemos consiste en la completa descentralización o, mejor dicho, en la destrucción total de todos los poderes autoritarios, eternos enemigos del progreso, de la libertad y de la justicia.
Creemos que ha sonado la hora de todos los internacionales de hacer un supremo esfuerzo, siendo incansables v activos en la propaganda para lograr que todos los obreros hasta hoy indiferentes vengan a constituir nuevas secciones y aumenten las constituidas, porque de este modo cada día seremos más numerosos y mas potentes, como también invencibles.
Si queremos la transformación de la propiedad individual de la tierra y de los grandes instrumentos del trabajo en propiedad colectiva, la enseñanza integral y la destrucción de todos los privilegios y monopolios, es preciso estar convencidos de que todo lo merecemos, que todo nos lo hemos de conquistar, porque todo es nuestro y nada se nos dará si no lo arrancamos de los que injustamente lo poseen.
Es preciso ir adelante hasta el triunfo del anarquismo y del colectivismo, o sea la destrucción de todos los poderes autoritarios y de los monopolios de clase, en dónde NO HABRÁ NI PAPAS, NI REYES, NI BURGUESES, NI CURAS, NI MILITARES, NI ABOGADOS, NI JUECES, NI ESCRIBANOS, NI POLÍTICOS; pero sí una libre federación universal de libres asociaciones agrícolas e industriales.
Esto sólo lo conseguiremos por medio de la solidaridad en la acción revolucionaria de todos los trabajadores del mundo y ella será un hecho si somos capaces e incansables a la propaganda de las ideas radicales y revolucionarias y en la organización de las poderosas fuerzas de los hijos del trabajo.

Alcoy, 24 de febrero de 1873.

LA COMISIÓN FEDERAL

Los anarquistas, desde los inicios en el siglo XIX, denunciaron my pronto la falsedad democrática que podía suponer la llegada de la República. Así, la breve Primera República española (1873-1874) encubrió en numerosos casos nuevos formas de dominación y el consecuente sufrimiento de la clase trabajadora; muy pronto los partidos republicanos se acomodaron a la nueva situación y nada harían por cambiar el orden establecido, tal y como denunciaron los libertarios; en algunos lugares, el pueblo, agotada su paciencia, trató de llevar a la práctica las promesas incumplidas de sus dirigentes y repartió las tierras abandonadas de latifundio. Huelga decir que el gobierno restableció el orden utilizando los mismos medios de antaño y los problemas sociales permanecieron intactos. El momento previo a la proclamación de la República suponía unas condiciones insoportables para la clase trabajadora (falta de trabajo, jornales insuficientes, trabajo infantil, vejaciones para mujer…), lo que dio lugar a numerosos disturbios extendidos por todo el país y una crisis política, que concluyó con la abdicación del rey Amadeo de Saboya y la proclamación del nuevo régimen. Los internacionalistas españoles, organizados en la Federación Regional Española (FRE), núcleo originario del anarquismo español, reconocieron el cambio inesperado en el mundo político, pero alertaron de que "la república es el último baluarte de la burguesía"; era preciso, según los anarquistas, acabar con toda dominación y caminar hacia una "libre federación universal de libres asociaciones obreras, agrícolas e industriales". Ya la revolución de 1868, conocida como La Gloriosa, que derrocó a Isabel II e inició el llamado sexenio democrático, puede considerarse un punto de ruptura para el anarquismo español. En ese momento, arraiga el internacionalismo bakuninista en una clase trabajadora que había tenido cierta militancia en el republicanismo federal, y se adopta una coherente estrategia con tres puntos fundamentales: ruptura con los partidos políticos, definitiva desilusión con el sistema republicano y negativa a formar parte de las elecciones.


Hay que mencionar el episodio de la insurrección cantonal, no apoyada oficialmente por la FRE, pero sí por algunos internacionalistas, que en opinión de Nettlau lo hicieron para debilitar al Estado en aras del federalismo creando distritos autónomos donde el cambio social habría sido más factible.El breve episodio de la Primera República en España tuvo un triste colofón, después de las sublevaciones cantonalistas, cuando las autoridades republicanas, en connivencia con la burguesía, llevaron a cabo una tremenda represión de las sociedades obreras; la persecución, llevada a cabo por los mismos militares monárquicos del régimen anterior, fue de tal envergadura, que muchas federaciones locales de la AIT desaparecieron. El golpe de Estado del general Pavía, abonando el terreno para la Restauración, acabó con un régimen republicano que fracasó en su intento de constitución federal, no llevó a cabo las promesas hechas al pueblo, pero tampoco satisfizo del todo a la burguesía, enclaustrado en una defensa a ultranza del orden establecido, tal y como analizan los anarquistas cualquier forma de Estado. A pesar de la tremenda represión, las sociedades obreras continuarían su actividad, si bien de forma clandestina.



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