La Internacional antiautoritaria


Los anarquistas, considerándose los verdaderos seguidores de los fundadores de la Internacional, reaccionaron inmediatamente celebrando en Zurich una primera reunión y, acto seguido se desplazaron a Saint Imier donde tuvo lugar, por iniciativa de los italianos un congreso que decidía la continuidad de la Asociación Internacional de Trabajadores que pasara a ser conocido, para la historia, como la Internacional antiautoritaria.
Las sesiones tomaron inicio el día 15 de septiembre y en las mismas asistieron los españoles de la minoría del Congreso de La Haya: Rafael Farga Pellicer, Carlos Alerini, Nicolás Alonso Marcelau y Tomás González Morago, 6 delegados italianos, 2 delegados franceses, por la Federación Jurasiana habían dos delegados y hasta apareció una delegación representando a las secciones 3 y 22 de los Estados Unidos. Un total de quince delegados que decide por unanimidad no reconocer los acuerdos de La Haya y delibera diferentes resoluciones sobre un pacto de amistad, de solidaridad y de defensa mutua entre las federaciones libres, (segunda resolución), sobre: La naturaleza de la Acción política del Proletariado (tercera resolución) y sobre la Organización de la Resistencia del Trabajo. (Cuarta resolución).
En la Tercera Resolución, Saint Imier fija su condición anti-política y anti-autoritaria en los tres puntos que siguen a los considerandos:
1. Que la destrucción de todo poder político es el primer deber del proletariado.
2. Que toda organización de un poder político pretendido provisional y revolucionario para traer esta destrucción no puede ser más que un engaño y sería tan peligroso para el proletariado como todos los gobiernos que existen hoy;
3. Que, rechazando todo compromiso para llegar a la realización de la Revolución Social, los proletariados de todos los países deben establecer fuera de toda política burguesa, la solidaridad de la acción revolucionaria.
En estos puntos se observa en su redacción muchas expresiones -dice Guillaume- donde se reconoce la mano de Bakunín.
Y Max Nettlau irá más lejos todavía: Una de las más notables expresiones del pensamiento de Bakunín, fue la resolución Naturaleza de la Acción Política del proletariado del Congreso de Saint Imier (68).
Las cosas, llegadas a este punto y debidamente analizadas, demuestran que la organización que franceses e ingleses crearon en 1864 en Londres, la cual debería ser para lograr la entente de las masas obreras, había terminado. En su lugar surge, por un lado, un Consejo General sin base, distanciado a más de 6.000 kilómetros de su verdadero campo de acción, y, por el otro, una Internacional diferente en el sentido que es más revolucionaria que obrerista, más social que económica, más específica que clasista.
La primera pasa a ser un fastasma hasta su muerte oficial que tiene lugar en la Conferencia de Filadelfia en el mes de julio de 1876 en la que se acuerda suspender por tiempo indeterminado la Asociación Internacional de Trabajadores. Previamente, tanto Marx como Engels ya habíanla condenado. En una carta de Engels a Sorge, con motivo de la dimisión de éste del cargo de Secretario, le dice el primero: Con su dimisión la vieja Internacional queda definitivamente herida de muerte y ha llegado a su fin. Y esto está bien. Pertenecía al período del Segundo Imperio ...(Londres 12 de septiembre de 1874).
La experiencia resultó demasiado amarga para ambos a pesar de su victoria a lo Pirro. En 1881, el 22 de enero exactamente, Marx le escribia a Domela Nieuwenhuis que estoy convencido que el momento de la oportunidad crítica para una nueva Asociación Internacional de Trabajadores no ha llegado todavía y por esta razón considero todos los congresos obreros, particularmente los congresos socialistas, en todo aquello que no esté relacionado con las condiciones inmediatas dadas en una u otra determinada nación, no solamente inútiles sino hasta peligrosos.
La otra Internacional, la revolucionaria, que recibiera una especie de ultimatum desde Nueva York con fecha 8 de noviembre de 1872, emanado de Sorge al que no se doblegó, desembarazada del lastre anterior del Consejo General londinense, del espíritu reformista alemán y de la pequeña fracción autoritaria ginebrina, tomó anchos vuelos en sus objetivos y deliberaciones bien que, como ya hemos señalado, el punto de mira ya no encaraba definitivamente el horizonte de Saint Martin's Hall de Londres (69).
La bandera de la rebelión izada en Saint Imier tiene resultados inmediatos. El 25 y el 26 de septiembre se reúne en Bruselas la Federación Belga en Congreso y acuerda desconocer las decisiones de La Haya. Entre los días 25 de diciembre de 1872 y 2 de enero de 1873, el III Congreso de la Federación Española reunido en Córdoba acuerda sumarse a los acuerdos de Saint Imier. La Federación Nacional Inglesa, reunida en Congreso el 23 de enero de 1873 acuerda: 1. EI Congreso de La Haya estaba constituido de una manera irregular. Su mayoría era artificial. Por lo tarito la Federación Nacional de Gran Bretaña declara sin valor las resoluciones de La Haya como asimismo al susodicho Consejo General de Nueva York.
Esta última resolución entraña una particular importancia porque proviene de una Federación que había síempre apoyado a Marx o por lo menos le había permitido siempre hablar en su nombre.
En febrero de 1873 la Federación Neerlandesa, que hasta aquel momento no había emitido su opinión, declaraba no reconocer las medidas de suspensión decretadas por el Consejo General. Poco después, 150 secciones reunidas en el Congreso de Bolonia desconocían los acuerdos de La Haya y al nuevo Consejo General (70).
La fortaleza de uno y otro grupo, empero, iba a ser puesta en evidencia en el mes de septiembre de 1873. Los anti-autoritarios habían convocado el VI Congreso de la Asociación de Trabajadores para los días 1 al 6 inclusive en Ginebra, mientras que el Consejo General de Nueva York procedía a convocar, para los días 8 al 18 inclusive, el VI Congreso de la Asociación Internacional de Trabajadores también.
El segundo tuvo lugar. Empleando el mismo vocablo utilizado por Marx en carta dirigida a Sorge, del 27 de septiembre, aquello fue un fiasco. En mi opinión -añadirá Marx- en las condiciones actuales en que Europa se desenvuelve, sería muy útil hacer pasar en último término, por el momento, la organización formal de la lnternacional ...
En el VI Congreso anti-autoritario -que algunos califican de VII al interponer el de Saint Imier como Sexto, acudieron 23 delegados representando a España, Holanda, Inglaterra (71), Bélgica, Suiza, Francia e Italia. Los lasallistas que andaban a las greñas con Marx enviaron, inclusive, un saludo a los congresantes.
El orden del día decía:
1. Conclusión definitiva del pacto de defensa mutua entre las federaciones libres de la Internacional y revisión de los estatutos generales.
2. De la Huelga General.
3. Organización general de los sindicatos.
Previamente se tomó el acuerdo de que cada una de las siete federaciones representadas tendría un voto con lo que se saneaba la arbitrariedad registrada en los congresos anteriores y muy especialmente en La Haya.
A fin de evitar el carácter vitalicio de un organismo central se acordó: El Congreso encargará cada año a una Federación Nacional para organizar el próximo Congreso. La Federación correspondiente servirá al mismo tiempo de oficina federativa de la Internacional. Esta oficina puede servir también de elemento mediador para cuestiones de huelga, estadísticas y correspondencia general.
Este acuerdo fue precedido de un debate en el que el delegado inglés Hales, aludió a la anarquía en estos términos:
Anarquía significa desconexión, individualismo, que és justamente lo que combate la Internacional. No debe confundirse la necesidad de anular la autoridad con la anulación de una organización. En nombre de la delegación española le contestó García Viñas: Anarquía significa negación de la autoridad política y también organización del orden económico de las cosas. Paul Brousse añadió: Anarquía no significa desorden sino supresión de todo gobierno y su sustitución por contratos mutuos entre los hombres.
Cuando se paso a discutir la cuestión de los estatutos salió a relucir de nuevo lo que fuera tema de discordia en los primeros congresos: la presencia de los intelectuales en el seno de la Internacional. Finalmente se acordó no excluirlos pero los mismos no deberían ingresar en los sindicatos. El voto también fue motivo de discusión y su aceptacióri fue finalmente limitada en aquello que no afectara a los principios y se añadía que las resoluciones de los Congresos sólo eran obligatorias por parte de los que las habían aceptado.
Los nuevos estatutos, pues, presentaban ciertas modificaciones frente a los aprobados en Ginebra también en 1866. Constaban de 11 artículos en los que, aparte los puntos acordados que más arriba se citan, se eliminó la trampa del as a means de antaño guardando, en su conjunto, el espíritu del texto francés de 1866.
El punto sobre la huelga general puso de manifiesto que los anti-autoritarios no tenían idénticos puntos de vista sobre la huelga. Para muchos la huelga general equivalía a la revolución social mientras que las huelgas parciales no eran suficientes. Otros, como el inglés Hales, ya mencionado con motivo de sus vituperios a la anarquía, señalaba que la huelga general era un error porque esto implica que los obreros estén organizados en todas partes mancomunadamente y, en este caso, bastaría solamente este hecho para llevar a cabo la revolución.
Finalmente se aprobó la siguiente resolución:
El Congreso considerando que en el estado actual de organización de la Internacional no puede darse una solución completa a la cuestión de la huelga general, recomienda encarecidamente a los trabajadores la organización internacional de las uniones de oficio, así como una activa propaganda socialista.
Otra de las resoluciones adoptadas sobre Declaración de unión y solidaridad entre los obreros del mundo, decía así:
El Congreso de la Asociación Internacional de Trabajadores cree de su deber declarar que esta asociación quiere practicar con todos los trabajadores del mundo, sea cual fuere la organización que se den, la solidaridad en la lucha contra el Capital, para realizar la emancipación del trabajo.
El Congreso clausuró sus sesiones designándose a Bruselas como localidad para el VIl Congreso.
El éxito relativo del congreso antiautoritario puso de manifiesto el fracaso del Congreso de los marxistas que abría sus sesiones el día siete en la misma ciudad de Ginebra.
Parecería que Bakunín hubiera esperado esto para pedir su jubilación y así, en base a dos enfoques diferentes, vemos a los dos gigantes, Marx y Bakunín, lavarse las manos cada uno a su modo, frente a un cuerpo zarandeado, maltratado, utilizado para encumbramientos personales que termina dividido, desperdigado y desintegrado por las excomuniones de La Haya, abandonado de sus dos personalidades mas descollantes.
Marx, maniobra en la Haya para matar a la Internacional a fin de evitar que ésta quede en manos de los bakuninistas. Estos reaccionan inmediatamente alrededor del propio Bakunín quien en Zurich lleva a cabo un verdadero canto del cisne al preparar casi todos los materiales que iban a ser aprobados en Saint Imier y corroborados en Ginebra (72). De esta manera, la maniobra excomulgatoria de Marx queda contrarrestada por la innegable mayoría de delegados, demostrada por el Congreso de Ginebra de 1873 de los anti-autoritarios, frente al que en la misma ciudad y en el mismo mes celebran los partidarios del Estado.
Bakunín ha logrado la victoria final convirtiendo la escena de la Haya en un acto sorpresivo de ataque en despoblado. Era el momento de consolidar la victoria y de volcarse enteramente, ya que el camino había quedado desbrozado de los obstáculos autoritarios, a la fase constructiva.
No fue así y Bakunín, sorpresivamente, se dirige por carta a los internacionalistas del Jura presentándoles la dimisión.
Queridos compañeros: -empieza diciendo- No puedo abandonar la vida pública sin dirigiros unas últimas palabras de gratitud y de simpatía ...
Los Congresos celebrados ahora en Ginebra han sido prueba decisiva y triunfal de la rectitud y de la fuerza de vuestra causa.
La victoria de la libertad y de la Internacional contra la intriga autoritaria. Ayer, cuando aún parecía incierta la victoria -en lo que me concierne nunca dudé de ella- nadie hubiera tenido motivo para abandonar vuestras filas. Hoy es un hecho. Y cada cual goza de libertad para instalarse según su gusto personal.
De este derecho hago yo uso. Os ruego aceptar mi dimisión como miembro de la Federación del Jura y de la Internacional.
El gigante estaba agotado, no podía más. Estaba en descomposición dirá Malatesta (73). Llega a aconsejar a Guillaume para que se retire también: Me invitaba a imitarlo -dice Guillaume-, a hacer las paces con la burguesía y a tratar de lograr de nuevo un puesto en la enseñanza pública. Es inútil, decía, de querer obstinarse en conseguir lo imposible: hay que abrir los ojos a la realidad y reconocer que, por el momento, las masas populares no quieren saber nada del socialismo.
A Reclus le dice lo mismo: Me he dado cuenta, cada día de nuevo, que el pensamiento, la esperanza y la pasión revolucionarias no se encuentra absolutamente en las masas (74).
Bakunín tardaría dos años en extinguirse en Berna pero para la revolución ya había dado todo cuanto pudo. Los internacionalistas libertarios emprendieron el camino solos con éxitos destacados en varias de sus secciones, especialmente en el Jura, en Italia y España.
En esta última tuvo lugar, el 2 de enero de 1874, el golpe de Estado que tenía que acabar con la Primera República y los internacionalistas tuvieron que celebrar su Congreso anual clandestinamente en Madrid el 25 de junio del mismo año. A pesar de las circunstancias adversas, al Congreso asistieron delegados de 47 federaciones locales y allí se comprobó que la Federación Regional Española controlaba 320 Federaciones Locales formando un total de 532 secciones que controlaban alrededor de 70.000 afiliados.
En lo que a Italia respecta, cedemos la palabra a Malatesta que dice: Después de 1872, y precisamente después de la Conferencia de Rimini (Agosto de 1872) y el Congreso Internacional de Saint Imier (Septiembre de 1872), que fueron como la conclusión de todo el trabajo preparatorio, la Internacional que se desarrolló en Italia cuando en otras partes estaba moribunda, llevó a cabo durante varios años una vida intensa y tormentosa. Se hizo mucha propaganda ideológica, se constituyeron numerosos grupos (Secciones, como se decía entonces) y federaciones; tuvieron lugar varios congresos nacionales y provinciales; se llevaron a cabo varios intentos insurreccionales seguidos de procesos célebres que conquistaban para los internacionalistas las simpatías del público. Nacieron y murieron numerosos periódicos ... (75).
En el Jura el movimiento iba creciendo. Los abonados al periódico aumentaban. Las secciones de la Internacional se desarrollaban e igualmente su influencia en el movimiento obrero. Su actividad real en el terreno de la lucha sindical, en el cooperativismo y en el apoyo mutuo, y su influjo en la psicología de los relojeros hacia progresos notables. Y era esta actividad en los pequeños trabajos del día lo que consolidaba también a los del Jura recuperándoles en su fe por una próxima revolución social. (76)
Sumidos en el desespero, Marx y Engels no vieron otra arma de ataque posible que la calumnia, y por parte de Lafargue se llegó, inclusive, a denunciar a la policía española a los internacionalistas.
A la publicación de lo que llevaba por título L' Alliance de la Democratie Socialiste et l´Association Internationale des Travailleurs que sirviera de base para justificar la expulsión de Bakunín y Guillaume en La Haya, trabajo debido a las plumas de Engels y Lafargue y la intervención de Marx en la redacción de algunas páginas finales, según Franz Mehring, hay que añadir el informe que sobre España hiciera Engels (31 de Octubre de 1872). Sigue luego el trabajo titulado: Los Bakuninistas en acción que apareciera primeramente en el der Volksstaat de octubre y noviembre de 1873 y en donde hay una interpretación subjetiva en grado sumo de los sucesos alcoyanos acaecidos aquel verano.Como botón de muestra de la predisposición engeliana, bastaría leer el párafo final de la Advertencia Preliminar: De esta ignominiosa insurrección, lo único que nos interesa son las enseñanzas todavía más ignominiosas de los anarquistas bakuninianos; únicas que relatamos aquí con cierto detalle, para prevenir con este ejemplo al mundo contemporáneo (77),
Estos son nuevos capítulos de Iodo a añadir en la trayectoria de los que abrazan la máxima de El fin justifica los medios. Anteriormente y mediante el informe Utin, que fuera uno de los motivos que amargaron el viaje de Anselmo Lorenzo a Londres, y en trabajos literarios en que andaba involucrado el nombre de George Sand inclusive, se trató de acusar a Bakunín de agente, del Zar, En otra ocasión, y debido a la maligna influencia que Nechaiev ejerciera sobre Bakunín (78), los ataques de Marx ya se habían exteriorizado muy exacerbadamente.
De este capítulo de bajezas hemos tenido ocasión de ocuparnos anteriormente al tratar sobre el pensamiento de Bakunín. Es la parte más lamentable y la que más empaña el choque de dos personalidades que descollaron enormemente en el siglo pasado en el campo de la sociología moderna y a las que el mundo actual, para bien o para mal, les es deudor. Cabe, empero, señalar que Bakunín supo moderarse más y muy repetidamente puso de relieve algunas cualidades de Marx bien que desbordó su vaso repetidas veces (79). Marx, en cambio, y salvo la efímera entrevista que tuvieron en 1864 en Londres en la que Bakunin le pareció el mejor de los mortales, casi (80), fue siempre implacable en su odio contra Bakunín.
Después de los dos Congresos gemelos ginebrinos de 1874, los gigantes desaparecen de la escena y desaparece definitivamente, también la Internacional autoritaria, bien que su disolución oficial sólo tendrá lugar en Filadelfia en 1876.
Los libertarios, por el contrario, siguen empeñados en animar a su Internacional y ésta celebra su VII Congreso en Bruselas del 7 al 13 de septiembre de 1874, al que asisten dieciséis delegados representando a Alemania (81), España, Bélgica, Italia, Francia, Inglaterra y Suiza.
El Orden del Día constaba de cuatro puntos:
1. ¿Por quién y cómo serán hechos los servicios públicos en la nueva organización social?
2. De la acción política de la clase obrera.
3. ¿Procede que el Congreso universal dirija un manifiesto a todos los trabajadores y asociaciones obreras para explicarles el carácter de las luchas que han tenido lugar y las bases fundamentales en que reposa la organización de nuestra Asociaión?
4. ¿Procede escoger una lengua universal para el intercambio de correspondencia entre las federaciones regionales?
La presencia de los lasallistas en el seno de la delegación alemana y la de Eccarius que, como Jung y otros del Consejo General de Londres, desautorizaron las decisiones artificiales de La Haya y se separaron de Marx, planteó de nuevo Ia presencia de la corriente estatal en el seno dela Internacional. El propio César de Paepe que tan promisoramente se proyectó en los primeros congresos de la década anterior como un proudhoniano puro, apareció en Bruselas, esta vez, con una inclinación estatal que se puso de manifiesto en la discusión del primero de los puntos en el que sometió un plan que, a pesar de tener muchas salpicaduras proudhonianas manifestaba una inclinación hacia el Estado como en un pasaje en el que dice que su misión -la del Estado- es educar a los miembros más jóvenes de la población y centralizar todas aquellas actividades públicas que puedan ser llevadas a cabo mejor por el Estado que por la Comuna. Más adelante llega inclusive a señalar: Esto nos lleva a preguntar si, caso de que el agrupamiento de los obreros en la industria esté lo suficientemente avanzado, las circunstancias no conducirían, al proletariado, en las grandes ciudades, a establecer una dictadura colectiva sobre el resto de la población ...
El plan de Paepe, ambicioso al extremo que hablaba de la irrigación del desierto del Sahara, provocó la oposición del Jura y hasta la de otros delegados belgas. Por su parte Farga Pellicer, en nombre de la Federación Española, señaló que los internacionalistas españoles, después de mucho tiempo y en general, se han pronunciado por la anarquia, de suerte que serán opuestos a toda organización de los servicios públicos que tienda a la reconstitución del Estado.
De Paepe, por su parte, insistió sobre el hecho de que el cisma de La Haya no había silenciado el dilema que desde un principio se había planteado en el seno de la Internacional, el de la sociedad autoritaria y el de la sociedad libertaria.
No podía llegarse a un acuerdo completo al respecto y la cuestión quedó pospuesta para el próximo congreso.
Sobre el Segundo punto la discrepancia fue menor y ésta fue a cargo de Eccarius y los lasallistas alemanes empeñados en que los trabajadores tuvieran ingerencia en las actividades parlamentarias. Farga Pellicer fue tajante al respecto: La situación ha venido a ser de tal manera revolucionaria en España que la expresión acción política ni siquiera es posible.
Finalmente se acordó: sobre la cuestión de saber en qué medida la acción política de la clase obrera puede ser necesaria O útil al advenimiento de la revolución social, el Congreso declara que corresponde a cada federación y al partido democrático socialista de cada país el determinar la linea de conducta que ellos pIensan seguir.
En el Tercer punto fue aprobado un manifiesto en los términos que la pregunta reclamaba y en el que Farga Pellicer incorporó una resolución antirreligiosa.
En cuanto al último punto el acuerdo también se mostró favorable, como cabe al internacionalismo, a la sugerencia de la lengua internacional.
Se acordó, finalmente, que el próximo congreso tendría lugar en Barcelona en 1875, lo que no pudo realizarse debido a la situación española por lo que el VIII Congreso sólo tuvo lugar en Berna del 26 al 29 de octubre de 1876.
En Bruselas se llegó, en realidad a un punto muerto, tanto porque de nuevo se plantearon discrepancias en el seno de la Asociación como por el hecho de que la situación internacional había adquirido nuevos matices. Los propios italianos, a pesar de que tenían un delegado representándoles -que posteriormente Carlos Cafiero trató de charlatán- mandaron un mensaje en el que decían que: La época de los congresos, para nosotros, ha terminado ... en donde se perfilaba una similitud de apreciaciones con las del Bakunín dimisionario.
Marx -dirá Fritz Brupbacher- había acelerado la destrucción de la Internacional, pero los antiautoritarios tampoco pudieron prolongar su vida por mucho tiempo (82).
G. D. H. Cole estima que la explicación de esta decadencia ha de hallarse en las condiciones económicas. A mediados de la década de 1870 por todas partes se produjo un retroceso pronunciado en la gran actividad económica de los años anteriores. Se había iniciado el largo período de precios bajos que duró casi hasta el final del siglo: hubo una depresión aguda en la agricultura de muchos de los países más viejos, que fue causa de una depresión industrial y desempleo. Los sindicatos obreros que se habían mantenido en la ofensiva desde finales de la década de 1860 hasta aproximadamente el año 1874, se vieron reducidos a actitudes de defensa, en donde pudieron subsistir (83).
En estas condiciones defensivas, para emplear la expresión de Cole, fue que tuvo lugar el VIII Congreso en Berna a los tres meses de haber muerto, en la misma ciudad, Miguel Bakunín.
En el intervalo habían tenido lugar el Congreso de Gotha en el que se proclamó la unidad del socialismo alemán. Guillaume, en nombre del Jura, mandó un mensaje de felicitación al que contestó Liebknecht manifestando el contento de los congresados. La discordia en las propias filas del prole'tariado -añadía- es sin duda alguna el único enemigo peligroso. Y debemos hacer todo lo posible para poner fin a las viejas querellas. El congreso de Gotha tuvo lugar entre los días 22 y 27 de mayo de 1875.
En julio de 1876 se decidía, en Filadelfia, la segunda defunción de la Internacional. De allí se redactó un manifiesto que empezaba así:
¡La Internacional ha muerto! va a exclamar de nuevo la burguesía de todos los países y mostrará con ironía y alegría las sesiones de este congreso como la prueba de la derrota del movimiento obrero mundial.
Veintisiete delegados participaron al Congreso de Berna. Los países representados, aparte Inglaterra, eran los mismos que acudieron a Bruselas dos años antes. En nombre del flamante Partido Socialista Obrero Alemán acudió el diputado Vahteich y, por parte de Italia, que había reconsiderado su mensaje de Bruselas, la delegación la integraban Errico Malatesta y Carlos Cafiero, entre otros.
El Temario abarcaba seis puntos:
1. Establecimiento de una cotización federal como nuevo artículo a los estatutos generales.
2. Solidaridad en la acción revolucionaria.
3. Pacto de solidaridad entre las diferentes organizaciones socialistas.
4. Convocatoria a un Congreso general socialista para 1877.
5. Relaciones entre individuos y grupos en la nueva sociedad.
6. Posición de la Internacional ante la guerra de Oriente.
Se dio prioridad a los informes de las secciones que sirvió para conocer la situación de cada una de las federaciones. La represión en Italia, por ejemplo, obligó a que la Internacional pasara a ser una organización clandestina, hasta que terminó el proceso de Bolonia en julio de 1876. Aquel proceso y otros fueron convertidos por los internacionalistas italianos en verdaderas tribunas de propaganda ácrata.
Sobre España los informantes señalaron que los albañiles barceloneses habían logrado la jornada de 7 horas pero que el sostenimiento de las huelgas ocasionaba un enorme desgaste a las cajas de resistencia. Si las sumas invertidas para ayudar a los huelguistas se dedicaran a la organización revolucionaria habríamos avanzado mucho. También señalaron la experiencia negativa de las cooperativas que habían servido para la formación de nuevos burgueses por lo que se había decidido su disolución (84).
En Bélgica el movimiento obrerista sufría una involución hacia el campo estatal abandonando, poco a poco, la gran influencia proudhoniana que había existido en aquellas coordenadas. El movimiento holandés sufría un fenómeno similar. Ambas informaciones provenían del único delegado que representaba a Holanda y a Bélgica, César de Paepe, quien aseguraba que la influencia más poderosa en aquellos momentos la ejercía la social democracia.
James Guillaume, que a lo largo de toda la historia de la Internacional ha ido reflejando sus condiciones aglutinadoras y asociacionistas, señaló la inmutabilidad de apreciaciones existentes en el Jura.
Referente a Francia se supo que del 2 al 10 de octubre había habido un congreso obrero en París pero que el mismo no mantenía ninguna trabazón con la Internacional:
Su presidente, Chabert, -dice Dolleans- toma el compromiso, en la sesión inaugural, que el Congreso se mantendrá dentro del terreno puramente obrero, económico y cooperativo. El Congreso reinvidica para las obreras la jornada de 8 horas, la supresión del trabajo nocturno en las fábricas y la igualdad de salario. El Congreso reclama también la organización de la jubilación para los viejos, pero con la ayuda de las cámaras sindicales y sin la intervención del Estado. La reivindicación más osada es la educación nacional, profesional y gratuita en todos los grados. Empero, el Congreso de París demuestra ya una tendencia que se desarrollará al decorrer de los años: adopta por unanimidad el principio de la candidatura obrera (85).
Mientras los franceses refugiados en Londres atacan este Congreso de París, el Boletín de la Federación Jurasiana señala que el solo hecho de haberse reunido los obreros en París en Congreso era una buena cosa.
La total atención del Congreso de Berna se concentró en el punto 4, sobre el cual la delegación belga, que fuera quien propuso su inserción en el Orden del Día, traía un mandato dirigido a lograr la convocatoria de un Congreso socialista para 1877 al cual se admitirán los delegados de las diversas organizaciones socialistas, sean éstas ramas de la Internacional o existan fuera de esa asociación.
Guillaume, sin oponerse a la celebración del comicio propuesto por los belgas decía que el Congreso propuesto no puede tener por propósito crear una nueva Internacional. Ha sido planteada en ciertos periódicos la reconstitución de la Internacional, pero la Internacional no tiene necesidad de ser reconstituida porque ella existe ... Empero, y en aras a la receptividad y a la contemporización hizo una proposición, que finalmente fue aprobada, que decía:
El Congreso de Berna propone a las Federaciones regionales que establezcan para el proyecto del Congreso universal de los socialistas que se celebraría en 1877 las siguientes bases:
Las diversas federaciones regionales se harán representar en ese Congreso como Federaciones pertenecientes a la Internacional. Ellas pedirán la inscripción en el Orden del Día de ese Congreso de las siguientes cuestiones:
1. Pacto de solidaridad que se concluirá entre las diversas organizaciones obreras socialistas.
2. De la organización de las ramas de oficio.
3. De la actitud del proletariado con respecto a los diferentes partidos políticos.
4. De las tendencias de la producción moderna al punto de vista de la propiedad.
Si se vota sobre las cuestiones de principio, ese voto tendrá sólo un carácter de estadística de las opiniones y no será considerado como una opinión oficial del Congreso sobre esas cuestiones.
Las delegaciones italiana y española se abstuvieron de votar y pidieron que constara en acta la declaración siguiente:
Para nosotros la Internacional es la única organización existente que representa verdaderamente el socialismo popular; por consiguiente, creemos que nuestra asociación debe estar representada en el Congreso socialista no para deshacerse en una organización nueva, sino sólo para defender sus principios y sus medios de acción y buscar atraer hacia ella a las organizaciones obreras que todavía no han ingresado en sus filas.
Algunos de los otros puntos no fueron discutidos. Sobre la cuestión de la Guerra en Oriente se acordó redactar un Manifiesto dirigido a los Trabajadores de Europa.
Sobre el Segundo punto concerniente a la Solidaridad en la Acción Revolucionaria se acordó:
Considerando que el respeto recíproco con relación a los medios empleados en los diferentes países por los socialistas para llegar a la emancipación del proletariado es un deber que se impone a todos y que todos aceptan, el Congreso declara que los obreros de cada país son los mejores jueces de los medios más convenientes que tienen que emplear para hacer la propaganda socialista. La Internacional simpatiza con estos obreros, en todos los casos, siempre que no tengan relación con los partidos burgueses, cualesquiera que éstos sean.
Los demás puntos, como ya queda señalado, quedaron pospuestos para el próximo Congreso, que tenía que ser el último.
La transición y el deslinde que iba a situar a los latinos dentro de los principios libertarios internacionalistas, por un lado, y a los belgas, holandeses y alemanes en el campo de la colaboración con el Estado, por otro lado, estaba tomando forma.
Entre el Congreso de Berna y el que iban a celebrar los internacionalistas en Verviers, en la Bélgica walona, durante los días 6, 7 y 8 de septiembre de 1877, el Noveno y último de la Internacional clásica, ocurrieron unos hechos en Italia que trataron de demostrar la consecuencia de los internacionalistas italianos entre su mensaje al Congreso de Bruselas en 1874: La época de los congresos ha terminado para nosotros, y sus actos. Malatesta, Cafiero, Ceccarelli y otros internacionalistas italianos trataron de llevar a cabo la propaganda por el hecho, adueñándose de varias localidades del Matese, zona montañosa al norte de Nápoles, y proclamando en ellas el Comunismo Libertario (86).
De hecho, el fin próximo, inevitable, de la Internacional al lograr los partidos políticos la castración del movimiento obrero al que le pedían simplemente el voto y la despreocupación total respecto a sus intereses, con la promesa, nunca cumplida, de que sus representantes, una vez en el poder, velarían por ellos, tenía que forzar al internacionalismo libertario a hallar otro camino. Fue cuando se abrazó a la táctica de la propaganda mediante el hecho de la que es ejemplo patente la hazaña de Malatesta y sus compañeros. Kropotkin, desenvolviéndose en medio de esta inquietud, escribiría inclusive en Le Revolté del 25 de diciembre de 1880: La revuelta permanente por medio de la palabra, por medio del escrito, del puñal, del fusil, de la dinamita ... Todo lo que no sea legalidad es bueno para nosotros.
El Congreso de Verviers fue, de acuerdo con Woodcock, el único Congreso que podía ser llamado enteramente anarquista en ambos aspectos, en su composición y en sus decisiones (87).
Veamos cuales fueron estas decisiones.
Sobre el tema: En cualquier país en que triunfe el proletariado, necesidad absoluta de extender su triunfo a todos los países, se resolvió lo siguiente:
Considerando que si bien es necesario a su triunfo que se extienda a todas las naciones, hay no obstante ciertos países que por su condición económica o social se encuentran más que los otros en situación que les permite tomar la iniciativa de un movimiento revolucionario.
El Congreso declara: que es un deber de todo revolucionario el ayudar moral y materialmente a todo país en revolución, como también el extender ésta, pues sólo de esta manera es posible hacer triunfar la revolución en el país en que estalle.
Este tema y su enfoque, sería desarrollado mucho más ampliamente, y señalaría su desgracia, por León Trotsky, quien bautizaría tal proceder bajo el nombre de Revolución Permanente, en oposición al concepto stalinista de concentrar todos los esfuerzos en la consolidación y fortalecimiento de las bases ganadas, pasando al centripetismo en detrimento del centrifuguismo.
Otro tema fue: Tendencia de la producción moderna, bajo el punto de vista de la propiedad, tema que debería plantearse en el Congreso Universal Socialista unos días después.
Considerando -se resolvió-, que el modo de la producción moderna tiende, bajo el punto de vista de la propiedad, a la acumulación de los capitales en manos de unos pocos y a aumentar la explotación de los obreros:
Considerando que es necesario cambiar este estado de cosas, punto de partida de todas las inquietudes sociales;
El Congreso considera la realización de la propiedad colectiva, es decir, la toma de posesión del Capital social por los grupos de los trabajadores, como una necesidad. Por otra parte, el Congreso declara que toda agrupación socialista verdaderamente digna de este nombre debe proclamar el principio de la propiedad colectiva, no como un ideal lejano, sino en sus programas actuales y en sus manifestaciones de cada día.
El siguiente tema: ¿Cuál debe ser la actitud del proletariado con respecto a los partidos políticós? Se resolvió como sigue:
Considerando que la conquista del poder es la tendencia natural que tienen todos los partidos políticos, y que este poder no tiene otro objeto que la defensa del privilegio económico;
Considerando, por otra parte, que, en realidad, la sociedad actual está dividida, no en partidos políticos, sino en situaciones económicas: explotados y explotadores, obreros y patronos, asalariados y capitalistas;
Considerando además que el antagonismo que existe entre estas dos categorías no puede cesar por la voluntad de un gobierno o poder, cualquiera que sea, sino por los esfuerzos reunidos de todos los explotados contra los explotadores;
Por estos motivos:
El Congreso declara que no hace ninguna distinción entre los diversos partidos políticos, llámense o no socialistas; todos estos partidos, sin distinción, forman, en su concepto, una masa reaccionaria, y cree de su deber combatirlos a todos.
Espera que los obreros que marchan aún en las filas de esos diversos partidos, aleccionados por la experiencia y la propaganda revolucionaria, abrirán los ojos y abandonarán la vía política para adoptar la del socialismo revolucionario.
Sobre otro de los puntos sugeridos por Guillaume: De la organización de las ramas de oficio, el acuerdo fue:
El Congreso, aun reconociendo la importancia de los cuerpos de oficio y recomendando su formación en el terreno internacional, declara que el cuerpo de oficio, si no persigue otro objeto que el mejoramiento de la situación del obrero, ya sea por la disminución de las horas de trabajo, ya por el aumento de salario, no conducirá jamás a la emancipación del proletariado; y que los cuerpos de oficio deben procurar, como principal objetivo, la abolición del salariado, es decir, la abolición del patronato, y la toma de posesión de los instrumentos de trabajo por la expropiación de sus detentores.
El número de delegados que asistió a Verviers fue reducido: veinte. La calidad, empero, sin desmerecer a los delegados de congresos anteriores, era excelente. Allí estaba Kropotkin, bajo el seudónimo de Levashov, González Morago, Trinidad Soriano, Paul Brouse, James Guillaume, Andrea Costa, Montels, Werner y otros, incluida Anna Kulichov, la compañera de Andrea Costa. Además de los países europeos consuetudinariamente representados, había la representación indirecta de México, Uruguay, Argentina, Grecia, Egipto.
Once de estos delegados asistieron al Congreso Universal Socialista convocado por los belgas que abrió sus sesiones en Gante el 9 de septiembre, es decir, al día siguiente de clausurar el de Verviers. y duró hasta el 15 del mismo mes.
Otros 31 delegados, representando la corriente autoritaria, asistieron a Gante.
Para desespero de Paepe, Gante no permitió la cristalización de una unidad socialista basada en las dos corrientes. Como paliativo extremo y visto que las sesiones iban a clausurarse sin ningún acuerdo positivo, se acordó la instauración de una Oficina de Correspondencia y Estadística para los Trabajadores Socialistas, que, dicho sea de paso, nunca fue establecida.
De forma posiblemente definitiva quedaba demostrado que las fuerzas socialistas de Estado y las fuerzas socialistas libertarias no podían marchar mancomunadas.
Los delegados de Verviers, naturalmente, no decidieron que aquel congreso iba a ser el último congreso de la Internacional libertaria. Por el contrario, habían decidido que el X Congreso debería celebrarse en Suiza el año siguiente (88) .
Fue la Federación Jurasiana la que decidió lo contrario cuando celebró su propio Congreso en Fribourg los días 3, 4 y 5 de agosto de 1878.
El Congreso ha decidido que no hay lugar para que la Federación Jurasiana tome parte en el congreso anual de la Internacional ni a no importa qué conferencia tendiente a reemplazarlo, la crísis que existe en todos los países hace dudosa e incierta, en este momento, la asistencia numerosa en dicho Congreso.
Bien que la decisión estaba tomada por una Federación solamente, el hecho de que se trataba del Jura, la más fuerte, dinámica y consecuente de las federaciones libertarias, la misma adquiría proporciones dramáticas e implicaba, consecuentemente, el fin de la Internacional.
Otros derroteros iban a ser trazados.
Ya en este Congreso de Friburg una voz que tendría en el .futuro una gran trascendencia en el anarquismo internacional, decía Somos revolucionarios porque queremos la justicia. Ningún progreso, sea parcial o total, se ha realizado jamás mediante la simple evolución pacífica; ha tenido lugar siempre a través de una revolución repentina. Si el trabajo de preparación se lleva a cabo lentamente en 1os espíritus, la realización de las ideas tiene lugar bruscamente ... ¿ Y cómo debe procederse para esta revolución? ¿Empezaremos por abdicar de ser libres? No, porque somos anarquistas los cuales no tienen a nadie por amo ni quieren ser los amos de nadie ... Suprimiendo el Estado, suprimimos, al mismo tiempo, toda moral oficial ... La única moral se halla en la libertad.
El que se expresaba así era Eliseo Reclus, que junto con Kropotkin, Cafiero, y otros muchos iban a edificar -como dice Maitron- la doctrina del anarquismo comunista. Iban, al mismo tiempo y en el plano de la práctica, a poner en condiciones sus métodos de acción (89).
Se había cerrado, con el fin de la Internacional, uno de los capítulos más importantes de la historia del movimiento obrero, y, en parte, del pensamiento anarquista (90).
James Guillaume se resiste a esta idea y se comprende porque él, como pocos, fue uno de los pioneros más abnegados y honestos de aquella gran experiencia.
En el prefacio del cuarto tomo de la obra que mayormente ha servido para confeccionar este capítulo: L'lnternationale, Documents et Souvenirs, Guillaume dice: Nada termina, nada se pierde, todo tiene su continuación, aunque a veces se altere, el desarrollo está siempre en curso. La vida es inmortal. Los asalariados de Francia, en su gran masa, no habían olvidado las verdades halladas y proclamadas por la generación anterior. La emancipación de los trabajadores ha de ser obra de los trabajadores mismos. La liberación del proletariado no es problema nacional sino internacional. Viviendo la vida de su clase continuaron la lucha económica, y mientras los parlamentarios concentraban su actividad en la recluta de un ejército de votantes, se organizaban por uno y otro lado federaciones locales y profesionales de sindicatos. De la unión de ambas organizaciones nació, en 1895 la Confederation Generale du Travail que desde 1904 se inclinó en su mayoría por el sindicalismo revolucionario. ¿Y qué es la C. G. T. sino la continuación de la Internacional?


Notas
(68) Max Nettlau, La Anarquía a Través de los Tiempos, pág. 155, Barcelona 1935.

(69) Si el Boletin de la Federación Jurasiana nos sefiala la creación de nuevas secciones, estas secciones no son agrupaciones obreras, sino grupos puramente revolucionarios. Los hombres que participan en ellos son de temperamentos tan opuestos que formarán, algunos afios más tarde, movimientos antagónicos: el guesdismo y el anarquismo. Edouard Dolleans, Histoire du Mouvement Ouvrier, Tomo II, pág. 14. París 1957.

(71) Eccarius, ya distanciado de Marx, y Hales.

(72) Las resoluciones votadas en el Congreso de Saínt Imier habían sido naturalmente elaboradas y díscutidas por anticipado en Zurich el día 13 -señala Guillaume-; se observan en su redacción muchas expresiones donde se reconoce la mano de Bakunín.

(73) Cítado por J. Guillaume.

(74) Citada por Max NettIau en su obra poligrafiada y no editada todavía: Michael Bakunín. Eine Biographie, pág. 822.

(75) Errico Malatesta en el Prefacio del libro de Max NettIau Bakunín e L'Internazionale in Italia, pág. XV & XVI, Ginebra 1928.

(76) Fritz Brupbacher. Marx y Bakunín, pág. 128, Toulouse s/d.

(77) C. Marx & F. Engels, La Revolución Española, pág. 196, Moscú s/d.

(78) Está por dilucidar la verdadera paternidad del Catecismo Revolucionario que firmara Nechaiev. El Catecismo según Carr, es un típico especimen de una de las formas favoritas de composicíón de Bakunin. Inclusive con la firma de Nechaiev, el panfleto lleva marcas de la mano de Bakunin. Porque hay acotaciones originales en alemán del reclamo favorito hegelinano de la juventud de Bakunin, lo que es racional es real; lo que es real es racional; y es más dudoso de que Nechaiev haya estudiado a Hegel o comprendiera el alemán. E. H. Carr, Op. cit., pág. 395 y 396.

Es probable, por otra parte, que Nechaiev haya persuadido a Bakunín de no terminar la traducción al ruso de El Capital motivo, por si solo, para merecer todas las iras del irascible Marx.

(79) El señor Marx es judío de origen. Reúne en sí todas las cualidades y todos los defectos de esa raza capaz. Nervioso hasta la poltronería, según algunos es excesivamente ambicioso y vanidoso, pendenciero, intolerante y absoluto como Jehová, el dios de sus antepasados y, como él, vindicativo hasta la demencia. No hay mentira ni calumnia que no sea capaz de inventar y de difundir contra el que ha tenido la desgracia de suscitar en él la envidia o, lo que viene a ser lo mismo, el odio ... Bakunin, Obras Completas, Tomo V (Estatismo y Anarquia), pág. 241, Buenos Aires 1929.

(80) Ver nota 14.

(81) Los partidarios de Lasalle que se habían limitado a mandar un mensaje en el Congreso anterior de Ginebra deciden, esta vez, mandar una delegación directa.
(82) Fritz Brupbacher, Op. cit., pág. 131.

(83) G. D. H. Cole, Op. cit., pág. 201, Tomo II.

(84) EI sistema de cooperación, tan altamente preconizado por algunos socialistas, ha producido funestos resultados en particular para la Federación de toneleros. Los talleres cooperativos han dotado a esta federación de una docena de nuevos burgueses y le han ocasionado una pérdida de 25 a 30.000 pesetas. En presencia de este fracaso, el V Congreso de la Unión de los Toneleros ha resuelto, casi por unanimidad, la disolución de los talleres cooperativos.
La cooperación de consumo ha producido regulares resultados, y ha facilitado un medio cómodo que permite reunir públicamente un número considerable de obreros. (Citado por Palmiro Marbá, Op. cit., pág. 517 y 518).

(85) Edouard Dolleans, Op. cit., Tomo II. pág. 19.

(86) La odisea de los internacionalistas ha sido recopilada en base a los documentos de la época por Pier Carlo Masini. Gli Internazionalisti: La Banda del Matese (1876-1878). Milán, 1958, 164 pág.

(87) George Woodcock, Anarchism, pág. 254. Cleveland 1962.

(88) Hay una tendencia por parte de algunos, en considerar el Congreso celebrado en Londres el 14 de Julio de 1881 como el último y no el de Verviers. Palmiro Marbá, contemporizador, dice: El que pudiéramos llamar X Congreso Internacional verificóse en Londres el año de 1881. (Op. cit., pág. 524). Empero, los cuarentaicinco delegados que acudieron a la taberna de Charington Street, buscaban más bien la constitución de algo nuevo a pesar de que sus resoluciones hablaban en nombre de la Asociación Internacional de Trabajadores. La trascendencia de este Congreso, más que por la continuidad que podría implicar para la A. I. T. estriba en la presencia, en el mismo, de individualidades tan descollantes como Kropotkin, Reclus, Malatesta, Luisa Michel, Merlino y otros. El fin de la Internacional lo marca, sin lugar a dudas, la actitud de la Federación Jurasiana.

(89) Jean Maitron, op. cit. pág. 79.

(90) Un intento de reanudación, con una laguna de casi medio siglo de por medio, tuvo lugar en Berlin, en diciembre de 1922. La Asociación Internacional de Trabajadores fue nuevamente organizada pero las características habían cambiado completamente: Existían díversasInternacionales en el mundo y el impacto de la Revolucíón Rusa ejercía una influencia, en aquellos días, hasta en el propio seno del anarquismo.

(70) James Guillaume, en nota que aparece en la pág. 347 de Oeuvres de Bakunín, Tomo IV, específíca:


Las resolucíones votadas en La Haya por una mayoria ficticia fueron desaprobadas por todas las federaciones regionales que componían la Internacional, a saber: 1.- Por la Federación Jurasiana en su Congreso de Saint Imier (15-16 de septiembre de 1872); 2.- Por todas las secciones francesas que pudieron, a pesar de la Ley Dufaure, reunirse y delíberar, entre otros, por un congreso de 23 delegados de secciones francesas (Octubre de 1872); 3.- Por la Federación italiana (carta de su Comisión de correspondencía, diciembre de 1872), la cual desde el mes de agosto de 1872, en su primer Congreso de Rimini, había roto con el Consejo General; 4.- Por la Federación Belga, en su Congreso de Bruselas (25-26 de díciembre de 1872); 5.- Por la Federación española, en su Congreso de Córdoba (25-30 de diciembre de 1872); 6.- Por la Federación americana (resolución del Consejo Federal de Spring Street, Nueva York, 19 de enero de 1873; 7.- Por la Federación inglesa en su Congreso de Londres (26 de enero de 1873); 8.- Por la Federación holandesa (resultado del voto de las secciones comunicado por el Consejo federal holandés el 14 de febrero de 1873). No había secciones de la Internacional en Alemania, la legislación se oponía; la Internacional sólo podía contar con adherentes individuales, directamente afiliados a través del Consejo General.